Emigró a Londres, lo estafaron con el alquiler de un puesto callejero, pero se repuso y abrió un local de “sandwiches argentinos”

Martín D’Alessandro tiene 31 años y ya lleva 20 girando por diferentes lugares de Europa. Se fue de Mar del Plata -ciudad en la que creció- con su familia, en 2003. Su papá tenía un taller mecánico pero la crisis económica le ganó y decidió irse a Alicante (España). Unos meses después llegó el resto de la familia. Ahora D’Alessandro apuesta a La Posta, un local de comidas argentinas en la zona de Wimbledon, en Londres, y a un puesto en un mercado de fines de semana.

Cuenta su historia a LA NACION con verborragia, no quiere olvidarse los detalles. Recuerda lo duro que fue separarse de sus amigos en la Argentina siendo adolescente y los diferentes trabajos que hizo para ahorrar y poder encarar un emprendimiento.

“Siempre estuve trabajando -dice-. Estaba en una empresa de transportes como encargado del depósito y de la ruta de los choferes, cuando mi papá decidió venirse a Gran Bretaña. Entonces lo venía a visitar desde España, pero se enfermó y me mudé”.

Consiguió un puesto en un restaurante mexicano y después en uno argentino, mientras, en paralelo, estudió decoración. Luego trabajaba durante el día en la construcción y de noche en el club privado Annabel’s.

Esa experiencia le encantó. Annabel’s, en Berkeley Square, es uno de los clubes privados más famosos de la ciudad. Hace algo más de medio siglo reúne a millonarios, celebrities, royals y políticos. Tiene la clientela más exclusiva.

Mientras iba de un trabajo a otro, D’Alessandro paraba en un puesto callejero de café atendido por una latina. Charlando se dio cuenta de que un emprendimiento pero con comida argentina podía funcionar. Con su pareja, mexicana, decidieron que sería una fusión de ambas cocinas.

Un trabajo de decoración importante lo ayudó a completar el monto de 6000 libras esterlinas para montar un puesto en frente de un centro comercial, en un barrio en las afueras de Londres. “Los primeros días no vendíamos nada -repasa-. Quería vender todo e irme. El primer mes fue todo a pérdida y un sacrificio enorme para comprar la mejor carne y tener todo. Esperábamos el verano que es la mejor época, pero llegó una orden del Gobierno que nos desalojaba a todos los puestos”.

La persona que les había alquilado el lugar no estaba autorizada. Los puesteros plantearon el problema al centro comercial, les extendieron algo más el plazo, pero tenían que irse. “Cuando empezábamos a ver ganancias pasó eso”, dice.

Les ofrecieron otros espacios, y finalmente se instalaron los fines de semana en el mercado del parque de Clapham Jackson. “Nos va muy bien, ofrecemos un menú de sándwiches y empanadas. Y en verano no damos abasto, vendemos unos 100 diarios”.

Con esos resultados abrieron un local en Wimbledon, “chico, con pocas mesas, aprovechando que era barato porque había que ponerlo a punto”.

Al mediodía, La Posta vende menú rápido y, por la noche, parrilla argentina. “Todo fresco, de calidad, con recetas nuestras. El chimichurri les encanta, lo comen a cucharadas”, apunta D’Alessandro.

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