Víctor Manuel “Tucho” Fernández: “Mi mayor temor es que en la Argentina mucha gente vote por bronca, y se exponga a desilusionarse más”

ROMA.- A días de recibir este sábado el birrete, el anillo y el título cardenalicios en el noveno consistorio del papa Francisco, el arzobispo Víctor Manuel “Tucho” Fernández contó cómo fue su aterrizaje en el Vaticano, donde asumió recientemente al frente del Dicasterio para la Doctrina de la Fe (DDF), el ex Santo Oficio, uno de los “ministerios” más importantes de la curia romana.

“Probablemente algunos me han recibido como recibieron al Papa Francisco en su momento. Pero debo decir que en muchos encontré una actitud de respeto y de sana expectativa: saben reconocer que alguien que trae una experiencia diferente tiene algo para aportar, al mismo tiempo que expresan sus planteos con gentileza. Hasta ahora no he encontrado resistencias”, aseguró el arzobispo emérito de La Plata, en una entrevista que concedió por escrito a LA NACION.

Cordobés y con una visión pastoral y teológica de Iglesia totalmente en sintonía con la del papa Francisco -tanto es así que considerado el ghostwriter de varios de sus documentos-, Fernández habló de su nueva misión al frente del DDF, algo que consideró “un desafío único” y al mismo tiempo “apasionante”.

Sobre la inminente asamblea de obispos que comenzará el 4 de octubre y en la que por primera vez mujeres y laicos podrán votar, el teólogo, exrector de la Universidad Católica Argentina (UCA), dijo que ve al papa Francisco “distendido, porque no cree que de este Sínodo se deban esperar cambios importantes en cuestiones conflictivas, ya que el tiempo disponible no alcanzaría para estudiar a fondo ninguna de ellas”.

Ante una pregunta sobre el clima de enorme polarización en vísperas de las elecciones en la Argentina -marcadas por la irrupción de un candidato como Javier Milei, que considera un robo la justicia social y ataca al Papa-, Fernández confesó que su mayor temor “es que mucha gente vote por bronca y desilusión, y se exponga a desilusionarse más todavía”. Además, volvió a poner en duda un viaje del Papa a la Argentina el año que viene.

-Hace pocos días asumió su nuevo rol de Prefecto del Dicasterio para la Doctrina y este sábado va ser creado cardenal: ¿cómo se siente? ¿hace un año se imaginaba esta revolución en su vida?

-En realidad hace 15 días que estoy trabajando intensamente en el Dicasterio, donde hay muchos temas pendientes, además de recibir a obispos de diversos lugares del mundo con sus propias problemáticas. Por eso ni siquiera me pregunto cómo me siento. En todo caso experimento un desafío único que consiste en pensar con un registro universal, tratando de entender las preocupaciones y la cultura de personas de lugares que yo no conozco. Este esfuerzo por trascender las propias costumbres y los propios esquemas es exigente, pero al mismo tiempo muy interesante.

-Después de la sorpresa que hubo por su designación, ya que es un cargo que jamás estuvo en manos de un latinoamericano y es sabido que usted tiene una visión de Iglesia similar a la del Papa, muy abierta, ¿cómo lo recibió la curia romana?

-Probablemente algunos me han recibido como recibieron al Papa Francisco en su momento. Pero debo decir que en muchos encontré una actitud de respeto y de sana expectativa: saben reconocer que alguien que trae una experiencia diferente tiene algo para aportar, al mismo tiempo que expresan sus planteos con gentileza. Hasta ahora no he encontrado resistencias.

-El papa Francisco en una carta clave que hizo pública el día de su designación, el 1° de julio pasado, le dijo que espera de usted “sin dudas algo muy diferente” de lo que hubo en las últimas décadas en el DDF, y le pidió “no controlar ni condenar” sino concentrarse en el área teológica que necesita desarrollo. ¿Qué podemos esperar?

-Un modo diferente de afrontar las cuestiones difíciles, que implica escuchar a la persona que parece tener un pensamiento “peligroso”, para captar cuáles son sus preocupaciones legítimas y para encontrar un camino de entendimiento. Esto es más difícil que condenar, exige un arte y una mayor profundización. Pero al mismo tiempo es más apasionante.

-¿Qué le diría a ese sector conservador que teme cambios de doctrina?

– Que el papa Francisco no es ni conservador ni progresista. No le interesa la novedad por la novedad misma, lo cual sería muy superficial. Porque hay cosas de otras épocas que tienen mucho para enseñarnos hoy. En todo caso busca que la enseñanza de Jesús, que tiene 2000 años, pueda volverse fecunda también hoy e iluminar las situaciones actuales.

-Después de diez años de pontificado, el papa Francisco ha traído a Roma a una persona de su confianza. ¿Esto cambió la relación entre ustedes, se ven y hablan más?

-No mucho más porque él está muy ocupado, y en todo caso necesita que lo libere de problemas y no que cargue más sus espaldas o le quite su tiempo. La relación ha cambiado en cuanto que ahora tengo que pedir audiencia como todos los prefectos del Vaticano y llevarle los temas con un formato determinado para que él se exprese con su autoridad. Esto no significa que falten momentos más distendidos en los que hablamos de cosas más personales.

-¿Cómo ve al Papa en vísperas del sínodo sobre sinodalidad en el que se pondrá sobre el tapete la identidad de la Iglesia de hoy, su gran apuesta para esta etapa de pontificado?

-Lo veo abierto a las sorpresas de Dios, a los impulsos del Espíritu Santo. Al mismo tiempo lo veo distendido porque no cree que de este Sínodo se deban esperar cambios importantes en cuestiones conflictivas, ya que el tiempo disponible no alcanzaría para estudiar a fondo ninguna de ellas. Se trata más bien de un momento de reflexión donde la Iglesia vuelve a preguntarse quién es, para qué está, qué espera Dios de ella en este momento histórico.

-¿Qué expectativas tiene usted del sínodo?

-Espero que, más allá de las urgencias, podamos detener la marcha para dejarnos estimular, dejarnos zamarrear, recuperar una lúcida autoconsciencia de nuestra misión en el mundo de hoy y seguir a Francisco en su audacia renovadora.

-No puedo no hacerle una pregunta sobre la Argentina, dramáticamente polarizada y en vísperas de unas elecciones sin precedente en las que ha irrumpido una ultraderecha que dice que la justicia social es robo e insulta al Papa… ¿Qué consejo les daría a los argentinos?

-Es muy llamativo lo que está sucediendo. Mi mayor temor es que mucha gente vote por bronca y desilusión, y se exponga a desilusionarse más todavía. Porque podría tratarse de un voto pasional dirigido hacia una oferta que va precisamente en una línea contraria a lo que esperan de la política. Ojalá que el tiempo que queda para las elecciones nos permita reconocer dónde están los elementos esenciales de un buen gobierno democrático: pasión por el bien común, capacidad de gestión, aptitud para un trabajo en equipo, honestidad, respeto hacia los demás y prudencia para medir los efectos de lo que uno dice o hace. A veces no es fácil descubrir al menos cuál es el mal menor.

-Aunque ya lo dejó entender en una reciente entrevista a Religión Digital, ¿podemos deducir que en semejante panorama es altamente improbable un viaje del Papa a la Argentina?

-Él siempre temió que su visita, en lugar de aportar a una paz social genuina, pueda dar lugar a más tensiones, a manoseos, a enfrentamientos. Habrá que ver cuál será el contexto después de las elecciones. Por otra parte, Francisco ya ha expresado que a esta edad no puede hacer de todo y todavía tiene pendientes viajes a lugares que nunca recibieron la visita de un Papa.

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