El secreto de la mayor planta del mundo que hace un sorprendente proceso para los alimentos

MENDOZA.- Cofia, camisolín, barbijo, guantes y punteras. En ese orden son los implementos que hay que ponerse para ingresar a la planta de deshidratados de alimentos más grande del mundo. Son las 14 de un miércoles en Guaymallén y mientras el sol arrecia sobre el galpón que protege una pila de cajones amarillos repletos de verduras que acaban de ser descargados de un camión, en el interior de la fábrica el ruido de las máquinas no cesa. Trabajan seis días a la semana para deshidratar zanahorias, espinacas, ajos, cebollas y zapallo que van a a parar al mercado interno y la exportación. Los productos ya sea a granel o en packaging de una conocida marca viajan a Brasil, Uruguay y Alemania. Todos los años desde aquí se exportan alrededor de 100 toneladas de las 1000 que se producen.

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Antes de ingresar a la zona gris de esta planta de Unilever y comenzar el proceso de tratamiento, los alimentos que cosechan ocho productores en alrededor de 800 hectáreas que están ubicados en un radio de entre 25 km a 40 km en Mendoza, durante años fueron minuciosamente analizados. Así se estudiaron las diferentes variedades que los expertos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) clasificaron puntillosamente para este destino: sobres de sopas Knorr. Hay un motivo por el que se producen en esta región: el clima, el suelo y el agua. La Argentina es el primero exportador del zapallo deshidratado, cuyo resultado fue obtenido por las investigaciones de la experimental.

Detrás de este proyecto cuyo acuerdo firmaron el organismo descentralizado y la multinacional el año pasado hay un gran trabajo de investigación y análisis de las variedades de semillas utilizadas y la agricultura regenerativa, que hoy ponen en práctica los productores en sus respectivos campos donde cultivan estos alimentos. La aspiración de la empresa es aumentar el volumen e incentivar a más horticultores a sumarse al proyecto que estará vigente por otros dos años. Sin embargo, poner “a punto” el establecimiento de un productor toma al menos cuatro años.

“Es un trabajo que no ha sido sencillo, lleva tiempo”, explicó Natalia Giraud, directora de Comunicaciones y Asuntos Corporativos para Unilever cono sur. El lazo entre el INTA y Unilever comenzó hace más de 30 años, con convenios de vinculación tecnológica con refinerías de maíz, y con el tiempo se llevó adelante un mejoramiento genético en cebollas con alto nivel de sodio. Este tomó otros 14 años para conseguir los primeros resultados. En el camino se fueron sumando análisis en semillas hortícolas como tomate, zanahorias y ajos. Ahora, estas son cultivadas de la mano de productores agropecuarios de esa provincia y de San Juan.

“Todas las plantas industriales de deshidratados necesitan materiales específicos para deshidratar y que tengan alto contenido de sodio”, añadió Claudio Galmarini, investigador de la Estación experimental de La Consulta, del INTA y el Conicet. Estos resultados, con alto impacto en el consumidor dice que se obtienen únicamente con la articulación pública-privada, por lo que esto le permite al sector industrial ser competitivo en el mundo, pero también generar lazos de confianza y seguridad alimentaria en la sociedad. Los deshidratados conservan las mismas propiedades nutricionales que los productos frescos.

Con el tiempo también llegó el trabajo en la agricultura regenerativa mediante un acuerdo con los proveedores, es decir los mismos agricultores, para cuidar los recursos del medio ambiente. Esto impacta en los indicadores de la vida de los suelos, pero también con un efecto positivo en los rendimientos para el productor, ya que cambia la forma en que produce. La adopción se hace a través de una propuesta de cambios con los productores para ver la variación de indicaciones de sostenibilidad ambiental y variables económicas. “Estamos aprendiendo también porque no somos expertos en agricultura regenerativa. La sostenibilidad ambiental nos marca este tiempo y el futuro”, amplió Galmarini.

“En otros países del mundo se está haciendo agricultura regenerativa. El principal driver es que si no tenemos un suelo saludable no hay forma de hacer negocios saludables. Cuanta mayor eficiencia hagamos, mejor va a ser. El cuidado del suelo es la nueva forma de hacer agricultura, si no hay un planeta saludable no habrá negocios que sostener”, agregó Giraud, quien afirmó que esperan abrir más mercados internacionales con estos alimentos.

La fábrica tiene una capacidad instalada para 1600 toneladas por año. Entre el proceso de producción está el corte, pelado, picado, selección, lavado, deshidratación y empaque de los productos. Marcelo Rivara, encargado de compra agrícola en esa planta mendocina, explicó que desarrollar a un productor le toma entre tres y cuatro años hasta que está en condiciones de convertirse en proveedor los alimentos que terminan en sobres de sopas casi listas. “Aumentar la producción dependerá del aumento de ventas. En un mercado competitivo aumentar la producción es difícil. Hoy, la producción que tenemos acá es suficiente para cubrir el mercado interno. Lo que pasa con la exportación es que competimos con China, que es barato y tecnológicamente son potentes. Las empresas tienen capitales extranjeros y competimos con empresas que trabajan con tecnología de punta”, completó.

A 25 km de la planta está la finca Isla Chica, en el departamento de Maipú, que tiene en total 400 hectáreas de cultivos intensivos. Es el campo de Orestes Nomikos, un productor de 110 hectáreas de tomates que van a parar a la industria, pero además cultiva zapallo y ajos para la multinacional. Apuesta a la automatización productiva para proveer estos alimentos, a través del riego por goteo e incorporó el centeno en el lote para mejorar los cultivos. Desde hace 10 años provee alimentos por contrato a la multinacional. “Gracias a la tecnología podés tener registros fiables de lo que pasa en la propiedad: podemos controlar lo que ingresa y lo que egresa. Podemos tener el número de lo que se ha destinado a los cultivos. Esto tiene que venir acompañado de la capacitación de la gente”, puntualizó desde su finca mientras caía la tarde. En el caso del tomate, cultivo por excelencia, si bien tienen un fondo de compensaciones locales invierte por hectárea alrededor de US$5000 y US$7000.

“La agricultura regenerativa ha ganado mucho espacio. Hay un interés creciente desde los grandes sectores productores de alimentos por una fuerte tracción del mercado externo. Entendemos que hay muchos aportes que se pueden hacer y que estaban listos para poner en valor. Para nosotros, poder trabajar en estos temas es muy bueno. El programa de agricultura regenerativa es darle una vuelta al manejo del cultivo. Allí hay mucho que ya se sabía y es que había propuestas que ya estaban en juego, solo estaba puesta la necesidad de juntarla. Lo importante es a lo que apostamos: que haya un cambio en la forma de pensar”, dijo José Portela, ecofisiólogo y referente de agricultura regenerativa.

El convenio con la empresa se convirtió en una gran posibilidad de trabajo, ya que si bien en el INTA venían haciéndolo a demanda de los productores, sobre todo con el sector vitivinícola también lo han hecho con el sector frutícola. “La horticultura no sé si por naturaleza, pero está pensando en un corto plazo, donde los ciclos son muy cortos. Los cultivos de verano duran cuatro meses y los de invierno, como el ajo, tienen un periodo de ocho meses. Esto nos da la posibilidad de trabajar por horticultor”, explicó.

Desde hace 75 años en la experimental del INTA La Consulta, a 105 kilómetros de la capital mendocina, un grupo de expertos trabaja incansablemente en el mejoramiento y calidad de los cultivos. Aclaran que también en frutos secos como variedades de nogal. El banco de germoplasma que hay en su interior conserva alrededor de 5000 muestras de semillas de 30 especies diferentes. Si bien los expertos explicaron que la Argentina ha crecido en la comercialización de los trabajos que se realizan allí, también las importaciones de semillas han impulsado este auge.

En La Consulta, más del 95% de las muestras de semillas que se reciben son de empresas externas y el 5% son productores que tienen dudas respecto de lo que se utilizaron en sus campos y no germinaron. Allí albergan lotes de semillas producidas localmente o semillas en stock para ser vendidas o analizadas en esa estación.

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