Joe Biden explora la posibilidad de un histórico acuerdo entre Israel y Arabia Saudita

WASHINGTON.- Estados Unidos ha dado señales de que trabaja para intentar forjar un acuerdo que abra un vínculo entre Israel y Arabia Saudita, sus dos principales aliados en Medio Oriente. El esfuerzo, el primero que se conoce por parte del gobierno de Joe Biden para lograr un avance hacia la paz en una región atormentada por los conflictos, podría marcar un quiebre al poner punto final a una rivalidad histórica.

El periódico The Wall Street Journal informó, citando fuentes anónimas, que Washington y Riad ya comenzaron a hablar de un acuerdo para que Arabia Saudita reconozca a Israel a cambio de concesiones para los palestinos, garantías de seguridad por parte de Estados Unidos y apoyo nuclear civil. El vocero del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby, reconoció que había “reuniones”, pero se preocupó por remarcar que aún no hay nada acordado.

“No hay un conjunto de negociaciones acordado, no hay un marco acordado para codificar la normalización o cualquiera de las otras consideraciones de seguridad que nosotros y nuestros amigos tenemos en la región”, dijo Kirby en una conferencia telefónica con periodistas en Washington.

Si el acuerdo se concreta, el acercamiento entre Israel y Arabia Saudita marcaría uno de los avances más significativos en la historia de Medio Oriente. Israel podría entablar un vínculo diplomático con uno de los líderes del mundo musulmán sunnita, elevando el papel de la monarquía saudita en la geopolítica global, mientras que Biden se anotaría un logro histórico para su política exterior justo cuando comienza la disputa política por la Casa Blanca en la antesala de la elección presidencial de 2024, en la que todo indica que volverá a competir contra Donald Trump.

El acuerdo ratificaría además un notable giro en la postura de Biden hacia Arabia Saudita. En 2019, durante un debate en el arranque de la campaña presidencial, el entonces candidato Biden prometió tratar a Arabia Saudita como un “paria”, y “hacerles pagar el precio” a la familia real saudita y al príncipe heredero, Mohammed ben Salman (MBS), por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi. Ese giro comenzó a forjarse luego de la invasión de Rusia a Ucrania. Biden había prometido ser un férreo defensor de los derechos humanos, y un paladín de la democracia en la puja global con las autocracias. Pero la guerra en Ucrania y la disparada del precio del petróleo golpeó a los surtidores de las estaciones de servicio en Estados Unidos, y castigaron la popularidad del mandatario, quien se vio forzado a resetear el vínculo con la monarquía saudita de Riad –acusada de abusos y violaciones de derechos fundamentales– para intentar calmar los precios en casa.

A mediados del año pasado, Biden viajó a Jeddah, donde se vio con MBS a quien saludó con un golpe de puño –habitual en esos tiempos de pandemia–, una foto que recorrió el mundo.

Las discusiones para tantear la posibilidad de un acuerdo marcan además un interés estratégico de Estados Unidos en mantenerse como un jugador vital en Medio Oriente en un mundo consumido por la guerra en Ucrania durante el último año y medio. Las gestiones también se hacen eco de la necesidad de Washington de contener a Irán y aislar a Rusia, y preservar su rol global y su papel en la región ante el fuerte avance de China, el rival geopolítico más serio de Estados Unidos.

La búsqueda de paz y estabilidad en Medio Oriente es además uno de los objetivos históricos de la política exterior de Estados Unidos, el principal socio y aliado de Israel. Todos los presidentes desde la Segunda Guerra Mundial han intentado, sin éxito, forjar un acuerdo de paz duradero entre Israel y sus vecinos árabes. El vínculo entre israelíes y palestinos ha sido siempre el punto de partida y el nudo de todas las discusiones que tocan a la región. En las últimas décadas hubo avances concretos, pero ningún acuerdo definitivo.

Los Acuerdos de Camp David (1978) que tejió el gobierno de Jimmy Carter con Egipto, y el Acuerdo de Oslo (1993) de Bill Clinton con la Autoridad Palestina ofrecieron gotas de esperanza y marcaron una hoja de ruta para una paz definitiva, además de brindarle premios Nobel de la Paz a sus autores. Pero ninguno de esos acuerdos resolvió el prolongado conflicto entre palestinos a israelíes, que solo se ha intensificado con el tiempo. El gobierno de Donald Trump firmó los Acuerdos de Abraham (2020) con los Emiratos Árabes Unidos y Bahrein, un pacto que incluso es reconocido como un avance por los críticos del mandatario. Consumido por el conflicto en Ucrania, Biden se ha mostrado reacio –hasta ahora– a invertir tiempo, esfuerzo y capital político en una región donde la paz es esquiva, y las barreras para llegar a un acuerdo siempre han parecido infranqueables.

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