La vida de terror en Kharkiv, la segunda ciudad de Ucrania, donde caen misiles y drones todos los días desde que empezó la guerra

KHARKIV.- Si en Kiev uno puede ilusionarse con que la guerra ha terminado -solo una ilusión-, en Kharkiv, la segunda ciudad más importante de Ucrania, ocurre todo lo contrario.

“Esta noche hubo un ataque con drones cerca de su hotel”, nos dice el taxista no bien llegamos a las seis de la mañana a la estación central, luego de siete horas de tren nocturno desde Kiev. En el aire puede percibirse ese clásico olor a pólvora que dejan los incendios provocados por las bombas.

Antes de alcanzar nuestro hotel -que se llama “Victoria”, el único anhelo de los ucranianos-, pasamos por el lugar del ataque. Fiel reflejo de esa extraordinaria resiliencia y resistencia de los ucranianos, ya hay obreros con topadoras que remueven los escombros. Hay un edificio de ladrillos de dos pisos devastado, con buena parte del techo que ya no existe: ardió en un incendio y sólo quedó el esqueleto. Entre las ruinas, donde hay pedazos de cemento, hierros y chapas retorcidos, sobresale una carpeta roja. Nos acercamos y una placa indica que se trataba de una escuela técnica, pública, para profesionales. Es decir, un objetivo civil.

“Era un dormitorio de soldados”, asegura, no obstante, una mujer que pasa por allí, que traslada dos bolsas de plástico con botellas de agua vacías.

No hubo víctimas en el ataque, según la información oficial. Aunque todo el mundo sabe que, si hay militares muertos, nadie dará esa información.

Ataques diarios

Desde el primer día de la invasión a gran escala rusa, Kharkiv es atacada todos los días, con todo tipo de bombas. Esta noche fueron cuatro drones iraníes Shahed”, dice Dmytro Kutovyi, director del Centro de Prensa de esta ciudad, que queda a tan sólo 40 kilómetros de Rusia, es decir, demasiado cerca del enemigo.

Como siempre en el lugar atacado con drones rusos, una escuela técnica, cuadrillas ya están removiendo los escombros #Kharkiv 🇺🇦 pic.twitter.com/wFGDUCCVb1

— Elisabetta Piqué (@bettapique) August 1, 2023

“Para nosotros los drones Shahed no son armas populares, sino que estamos acostumbrados a los antiguos misiles soviéticos S-300, que son muy rápidos y que, más allá de todos los sistemas antiaéreos, no son detectables”, agrega con resignación Dimitri, que antes del comienzo de la guerra trabajaba en construcción.

Como en el resto de Ucrania, la situación económica de Kharkiv -famosa por tener la plaza más grande del mundo y edificios monumentales de arquitectura típica soviética-, es catastrófica. Nunca llegó a ser tomada por los rusos, pero varios de sus palacios fueron destruidos en las primeras semanas de la guerra, aunque algunos paulatinamente están siendo arreglados.

Ahora sirenas 🚨 en Kharkiv 19.45 #UkraineRussianWar pic.twitter.com/rLrjYM7SOY

— Elisabetta Piqué (@bettapique) August 1, 2023

En lo que era considerada la “capital de los estudiantes” -ya que Kharkiv es una ciudad universitaria en la que estudiaban jóvenes provenientes de todo el mundo- vivían antes del 24 de febrero de 2022 un millón y medio de personas. Entre ellos, 220.000 estudiantes, entre ellos, 12.000 extranjeros.

Con el comienzo de una guerra que nadie se esperaba -los rusos venían aquí a hacer compras y los ucranianos iban a Rusia a cenar-, Kharkiv se vació, reduciéndose a la mitad o menos de habitantes; nadie sabe bien las cifras. Pero en los últimos meses muchos han comenzado a volver por lo que se cree que la población volvió a tener un millón de habitantes.

Caen bombas, pero la guerra no detiene a las flores en Kharkiv 🇺🇦 pic.twitter.com/Zi6lc2rEWV

— Elisabetta Piqué (@bettapique) August 1, 2023

Aunque se ve que algo de vida ha regresado, bares y restaurantes que funcionan, con planchas de madera aglomerada en sus ventanas por miedo a que la onda expansiva de algún ataque destroce las vidrieras, el clima que se respira no es de los mejores.

Otra vida

“Kharkiv era una ciudad vibrante, joven, multicultural, llena de energía… Ahora es triste porque la verdad es que la gente, que necesita a gritos normalidad, actúa como si hubiera seguridad, saliendo a comer, a tomar algo, a hacer compras, pero el peligro está ahí, latente: la realidad es que, en dos minutos, en veinte, en dos horas, puede caer un misil”, asegura Ruslan Misiuna, joven de 27 años a quien que, como a todos los ucranianos, la invasión de Putin le cambió dramáticamente la vida.

“Mi departamento, que se había salvado en un bombardeo, semanas más tarde quedó destruido por otro… Me avisaron cuando me estaba yendo al centro de Ucrania para sumarme a las Fuerzas Territoriales de Defensa”, cuenta, moviendo la cabeza. Ahora ha vuelto desde hace unos meses y espera poder terminar su doctorado en negocios.

Ilko Bozhko, mayor del ejército oriundo de Dnipro, que trabaja aquí desde hace siete meses, coincide en que la situación es muy difícil. “El problema es que Kharkiv está muy cerca de Rusia y ellos pueden atacar en cualquier momento. Ucrania tiene una frontera de 2500 kilómetros con Rusia y no puede controlar cada centímetro y esto significa que pueden atacarnos acá, no solo con misiles, sino también con los drones Shahed. Y ahora están combinando las dos cosas”, reconoce.

No es algo saludable, la gente intenta adaptarse, pero hay una amenaza constante. Tu vida está en riesgo, hay familias que tienen chicos y no pueden controlar este riesgo”, admite este oficial. Mientras hay una mayoría de la población que vive aquí porque es donde tiene su departamento y no tiene otro lugar donde ir, hay un porcentaje no minoritario que se queda porque quiere. “Muchos de ellos se suman al ejército y otros intentan continuar con su rutina diaria, algo que no es nada fácil, porque la vida ya no es como era antes”, lamenta.

“Técnicamente, esta es la ciudad ucraniana más cercana a Moscú, así que logísticamente, esta es una puerta hacia Moscú”, explica Bozhko. Pero es una puerta más cerrada que nunca. Si antes todos hablaban ruso y algunos eran prorrusos, la “operación especial” de Vladimir Putin transformó todo. “Refleja este cambio de actitud una mujer que conocí del barrio de Saltivka, el más destruido por las bombas rusas, que me confesó que antes no entendía el porqué de la Revolución Naranja (de Maidan, con la que los ucranianos le dijeron basta a Vladimir Putin). Pero como los rusos le destruyeron su casa, su vida, todo, ahora solo tiene un objetivo: cortarle la garganta a todo ruso que se le cruce”.

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