Por qué no se habla del sector externo, el más importante para crecer

Queda claro que los políticos devenidos en economistas, los economistas devenidos en políticos, así como también los macroeconomistas, se la pasan dando clases sobre la velocidad del dinero, el ritmo de la inflación, la masa monetaria, el déficit fiscal, la emisión de moneda, el nivel de reservas del BCRA, el déficit creciente de las empresas del Estado, los planes sociales etc. ¿Son temas importantes? Seguramente que sí. Sin embargo, resulta llamativo la ausencia de temas tan o incluso más relevantes a los mencionados y que comprenden al sector externo de la economía, el cual es justamente el único sector que nos puede dar alegrías más temprano que tarde.

Pareciera que ninguno se esfuerza demasiado en dar precisiones sobre el impacto que tendría en la generación de empleos y oportunidades de desarrollo, por ejemplo, la ratificación final del acuerdo Mercosur-Unión Europea. También brilla por su ausencia el análisis, aunque más no fuera superficial, del acuerdo Mercosur-Singapur, el cual no sólo podría impactar positivamente en todo lo relativo a temas energéticos en donde la Argentina muestra fortalezas tanto en exploración como explotación, sino también en petroquímica, logística, tecnología y educación – sólo por nombrar algunos sectores. Desde luego, ni hablar de Singapur como puerta de entrada del Mercosur al bloque del Asia-Pacífico denominado RCEP o Regional Comprehensive Economic Partnership al cual este país pertenece y que representa nada menos que 1/3 de la población mundial, 1/3 del comercio mundial y 1/3 del PBI global. Pareciera que tampoco interesa el acuerdo Mercosur-EFTA que integran Noruega, Suiza, Islandia y Liechtenstein. Sin embargo, los políticos y economistas no dejan de nombrar a Noruega como objetivo de país, lo cual suena tan alcanzable como Marte, el planeta rojo, aunque suena lindo. Resulta inalcanzable no tanto por los méritos de Noruega – que los tiene y bien merecidos – sino por lo bajo que la Argentina ha caído en todo lo relativo a sectores de fuerte influencia en el sector externo de la economía.

Nadie discute temas de infraestructura asociada al sector externo y por lo tanto clave en la generación de productividades que podrían impactar positivamente en la generación de empleo, desarrollo sectorial, generación de divisas, y por ende posicionamiento de nuestros productos y servicios en el mundo – única forma de sacar adelante a nuestro país. En su gran mayoría, la red ferroviaria, las vías navegables, la red vial, los puertos marítimos y fluviales, los corredores logísticos y los corredores bioceánicos, el transporte aéreo y la industria naval – para resumir en actividades troncales – ha sufrido una exitosa caída libre de 40 años por lo menos en términos de productividad y operabilidad. Si a esto le sumamos la vocación tan marcada de muchos políticos y economistas – no todos – sobre las bondades de “vivir con lo nuestro” para defender la “soberanía alimentaria”, la “soberanía energética” y el trabajo de los argentinos, entonces quedaría claro que hemos equivocado el rumbo de manera categórica. Si además, nuestra clase dirigente – toda – piensa el Parlasur en función de una agencia de colocación de políticos en edad de retiro, artistas varios, y aliados de ocasión, queda más que claro el nivel de importancia que tiene hoy la vinculación con el mundo para muchos de nuestra clase dirigente.

La Argentina es un shopping de oportunidades si la política acierta el rumbo y comprende el rol del comercio exterior y los bloques comerciales.

El autor es director del master de Supply Chain en ITBA y de la Especialización en Comercio Internacional de Universidad Austral

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