El costo de querer evitar o de buscar ocultar lo que sabemos que es inevitable

El placer de recibirlos en este espacio, esta semana con el ambicioso desafío de invitarlos a pensar juntos la forma de anticiparnos a lo que pueda suceder en los próximos días en materia económico-financiera y para ayudarnos, de esa manera, a tomar decisiones.

Hay situaciones que no son evitables y por eso se las llama inevitables. Querer no atravesarlas trae aparejados altísimos costos, que tendremos que pagar sin haber logrado nuestros objetivos.

Por ejemplo, como país postergamos la compra de vacunas del laboratorio Pfizer, bajo la excusa de que nos pedían, según se decía, los glaciares a cambio. Finalmente, las compramos, fue la vacuna más utilizada y no perdimos nuestra soberanía por eso. Pero el costo de la demora en vidas humanas fue terrible y eso es algo irrecuperable.

El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) se terminó concretando, finalmente. E incluso ahora parece que el organismo es nuestro gran aliado. Pero demoramos tanto tratando de evitarlo que se pagó un fuerte costo en cuanto a la pérdida de reservas, ahora irrecuperables.

Evitar una devaluación más acelerada del dólar oficial para no enfrentar un golpe inflacionario nos llevó a endurecer el cepo, a ofrecer ventajas con el dólar soja 1, soja 2 y soja 3, ahora, en esta última versión, ampliable a otros productos. Sin devaluar el tipo de cambio oficial, la microeconomía ya paga el costo encubierto de un dólar promedio entre el dólar soja y el dólar blue. Estamos pagando el costo devaluatorio sin obtener sus beneficios. Al dispararse la brecha entre las cotizaciones, el campo no liquida y, así, termina habiendo otro parche que termina sin funcionar.

“Finalmente, se concretó el acuerdo con el FMI, e incluso ahora parece que el organismo es nuestro gran aliado. Pero se demoró tanto tratando de evitarlo, que se pagó un fuerte costo con la pérdida de reservas”

Por querer evitar una suba del “dólar bolsa” o “dólar contado con liquidación” se tomaron todos los bonos que tenía el Estado para venderlos y creyeron que, de esa manera, podían intervenir el mercado. Y, ¿saben qué? El tipo de cambio siguió subiendo y, además, destruyeron el valor de la deuda argentina, aumentando el índice del riesgo país.

Hoy dos maneras de ejercer liderazgo: con poder de construcción o con poder de daño. La primera seduce, convence, genera confianza y entusiasmo por escuchar a ese líder o equipo. Te hace sentir que estás invirtiendo dinero, tiempo o tu espacio en pos de un futuro mejor. En mi opinión, vamos a seguir teniendo turbulencias financieras en el corto plazo, porque nuestros líderes perdieron esa capacidad de liderazgo hace ya mucho tiempo.

En caso del liderazgo “con poder de daño”, se ejerce el liderazgo con poder de castigo. Por ejemplo, cuando se les obliga a los exportadores vender todas las divisas. Es el Estado el que autoriza a importar y autoriza fechas y cantidades. Quien viaja al exterior tendrá que pagar un impuesto extra; lo mismo quien ahorra fuera de la Argentina. Será el Estado el que fije el precio de muchos activos que se deben vender bajo la amenaza de los efectos de la ley de competencia y de abastecimiento.

En mi opinión, vamos a seguir teniendo turbulencias financieras de corto plazo, porque nuestros gobernantes perdieron también esa capacidad de daño, puesto que tienen menos dólares que los privados y ya no asustan con la frase: “No te dejo importar”, porque de cualquier manera ya no dejaban importar. No se puede presionar al que ya tiene poco que perder.

“Sin devaluar el tipo de cambio oficial, la microeconomía ya paga el costo encubierto del valor promedio del dólar soja y el dólar blue”

Como sociedad también pagamos un costo enorme en calidad de vida, sobre todo las clases medias, porque se pretende evitar lo inevitable. Compramos espejitos de colores y muchos creyeron que sin ajuste fiscal y solo con emisión de dinero alcanzaba.

Por eso, creo que las turbulencias financieras van a seguir, pero solo en el corto plazo. Considero que esta vez aprendimos que el costo de tapar la realidad es altísimo y la mayoría de los ciudadanos queremos vivir de otra manera. El sector privado tiene los recursos humanos y materiales para generar un país más productivo. Además, el próximo ciclo de recursos naturales parece ayudarnos más que en los últimos años (litio, gas y fin de la sequía)

Todos sabemos que vienen meses difíciles. La pregunta es, ¿habrá oportunidad de invertir a mejores precios o este es el último aviso de salida?

Para mí, habrá oportunidad de compra, porque creo que pagando un enorme costo aprendimos que la plata se hace trabajando, que el esfuerzo es el camino y que los que prometen dinero fácil, energía sin pagar nada a cambio o, simplemente, dádivas, solo lograron beneficios para ellos.

Aprendimos que nada es más mortífero para el éxito que la creencia de que el esfuerzo no será recompensado, y que nuestro país es un lugar en el que solo los ventajeros y de pocos escrúpulos pueden salir adelante.

Aprendimos que todas las personas fanáticas por terminar con el capitalismo y las libertades individuales le rinden implícitamente un apasionado homenaje a los productos que genera ese capitalismo. Con un celular de última generación condenan a su fabricante, pero nunca a quienes castigan a las mujeres o a las minorías en los países anticapitalistas. Usan choferes y guardaespaldas y se visten como verdaderos magnates capitalistas.

“Las turbulencias financieras van a seguir, pero en el corto plazo. El sector privado tiene los recursos para generar una Argentina más productiva”

Aprendimos que todos los oficios, artes y profesiones han ganado con la división del trabajo, es decir, cuando en lugar de que una sola persona lo haga todo, cada uno se limita a un determinado tipo de trabajo distinto de los demás en el tratamiento que requiere, para poder realizarlo con mayor facilidad y de una mejor manera ¿Por qué creer entonces que un líder, una sola persona puede resolverlo todo?

Aprendimos que nada debería ser más obvio que una empresa no puede funcionar cuando sus parámetros de acción más importantes –salarios, precios, capacidad de importar o exportar– se deciden en la esfera política y no según la productividad de la empresa. Si un empresario no puede decidir sobre las cuestiones básicas a su saber y entender deja de ser empresario para convertirse en lobista del poder político de turno.

¿Aprendimos? Si usted cree que sí, tendremos una linda oportunidad de inversión. Si usted cree que no, siga su instinto y evite vender dólares.

F.A. Hayek decía: “Prefiero un conocimiento verdadero pero imperfecto, aunque deje mucho sin determinar e imprevisible, a una pretensión de conocimiento exacto, que probablemente sea falsa”

Cierro, como siempre, con un cuento para entender que el liderazgo de hoy se ejerce seduciendo, compartiendo y no imponiendo

Un abuelo mantuvo una conversación con su nieto acerca del cielo y el infierno. “Te mostraré el infierno”, dijo el abuelo, y lo condujo a una habitación en medio de la cual había una mesa redonda muy grande. La gente sentada a su alrededor estaba hambrienta y desesperada. En medio de la mesa había un gran puchero de carne, lo bastante como para alimentarlos a todos. El aroma era delicioso. La gente sentada alrededor de la mesa sostenía cucharas con mangos muy largos.

Cada uno descubría que era posible llegar hasta el puchero para tomar un trozo de carne, pero como el mango de la cuchara era más largo que el brazo de la persona no podía llevarse la comida a la boca. El abuelo le transmitió con éxito al nieto que el sufrimiento de aquellas personas era terrible, percibían lo que necesitaban, pero se daban cuenta de que estaba lejos de su alcance.

“Y ahora te mostraré el cielo”, dijo el abuelo. Y así, entraron en otra habitación exactamente igual que la primera. Allí estaba la misma gran mesa redonda y el mismo puchero de carne. Las personas también estaban equipadas con las mismas cucharas de mango largo, pero aquí estaban todos muy felices y hablando entre sí, dándose de comer unos a otros en la boca. El abuelo le transmitió con éxito a su nieto: “Es muy sencillo, aunque tienen el mismo problema, ellos han encontrado la solución”.

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